jueves, 10 de noviembre de 2011

Inmigración: esclavitud posmoderna

El fenómeno de la migración es reflejo de todas las contradicciones y posibilidades de esta época.

El modelo regional de la globalización ha acelerado en un corto lapso el fenómeno de la emigración: cambiar de país para vivir mejor o sobrevivir por deterioro de las condiciones económicas, políticas y medioambientales.

La figura del inmigrante es extrema e importante, porque ha perdido su lugar de pertenencia; se sabe indeseado en una sociedad que generalmente no guarda relación con las tradiciones que carga, como la lengua y las normas morales de conducta social; e incluso, se le tiene por enemigo al entender que quebranta la cohesión social —el cemento de la solidaridad—, pues su asimilación es compleja, además que ocupa las escasas fuentes de trabajo.

Por eso es paria, diáspora, pero sobre todo es la esclavitud posmoderna, que por principio carece de todo. De hecho, el adjetivo “ilegal” que puede aludir a diversas cuestiones, es por antonomasia el término con el que se le designa y trata. Por ejemplo, en muchos países un indigente ilegal no puede acudir a centros asistencialistas del Estado para obtener alimento y albergue.

Desde luego una inmigración sin control pude colapsar diversas instituciones de las sociedades desarrolladas. Para dominar este fenómeno se recurre a una represión excesiva, bien planificada para sortear las críticas internacionales, pero que con todo no lo aplaca; por lo que, se requiere de una capacidad conciliadora de los sistemas democráticos respecto los derechos que pueden tener seres humanos sin nacionalidad.

La encrucijada no es menor, pues los países —que promovieron la globalización al saturar sus mercados internos para continuar su crecimiento, incluso a costa de otros— no logran enfrentar el problema con algunas políticas públicas asertivas; de tal forma, que la solución pasa por la estabilidad y crecimiento de los países de dónde provienen los migrantes, sólo esto reducirá el incentivo de partir.

Incluso la contratación virtual a distancia en masa de ciertos trabajos, impactaría la recaudación fiscal —al menos en parte— y afectaría el consumo interno.

La ola migratoria de las últimas décadas ha traspasado barreras de afinidad, ya no se inmigra fundamentalmente a sociedades con relativa semejanza, como en el siglo XIX lo hicieron los europeos que se dirigieron hacia Estados Unidos, o más reciente como ha sucedido entre países de los continentes africano y asiático. No, ahora se traspasan todas las diferencias culturales, y masas de musulmanes y africanos llegan a Europa que teme y en mucho paga el precio del neocolonialismo, así como a Estados Unidos han arribado millones en busca del american dream con un menor melting pot, metáfora de una sociedad heterogénea que se torna homogénea fundiendo sus diferencias.

En la actualidad, las olas de inmigrantes son tsunamis que provocan criterios administrativos de los gobiernos para reducir cuotas y encontrar la manera de impedir y expulsar. Incluso no extrañaría que políticas como la prevención de epidemias se utilizaran sesgadamente para contener con dureza los flujos de personas.

En consecuencia, en el trato al migrante se revela el grado de conciencia real que se tiene respecto la dignidad humana, más allá de la retórica.

* Publicado originalmente en la revista Vértigo de la ciudad de México D.F

Publicado por: Daniela Robledo Romero 143512

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