martes, 25 de octubre de 2011

NOTICIA

Una nueva vida en el tren de la muerte

Lunes, 24 de octubre de 2011

En este viaje por naturaleza clandestino, es difícil saber con precisión cuántos sin papeles se arriesgan a montar el llamado "tren de la muerte": sólo en un mes de 2010, México detuvo a 1.500 de ellos, la mayoría provenientes de Guatemala, El Salvador y Honduras.

clicLea también: Viajando a bordo de "La Bestia"

Y ésos son los que no lo logran: muchos otros, cambiando entre 10 y 15 formaciones de carga en un trayecto que puede demorar varios meses, encuentran en el ferrocarril su camino de salida de América Latina. Después, los espera la custodiada frontera estadounidense, el último obstáculo para llegar a la tierra del "sueño americano".

Pero es la travesía misma por México la que ha captado la atención de organismos internacionales y de derechos humanos, que denuncian las violaciones de las que son objeto los migrantes en tránsito, sobre todo en los estados sureños de Chiapas y Oaxaca.

Frontera sur

La Bestia

Es difícil saber cuántos sin papeles viajan cada año en el llamado "tren de la muerte".

El director de cine Pedro Ultreras, mexicano residente en Estados Unidos, decidió retratarlo en su documental "La Bestia", para lo que debió montarse al tren como tantos otros.

"Sufrí también los abusos de las autoridades, aún con la ventaja de que yo podía irme a mi casa en cualquier momento. Me acusaron de invasión a la propiedad privada federal, me interrogaron, me trataron con el típico juego psicológico con que intimidan a la gente", relató el cineasta a BBC Mundo en Los Ángeles.

Pero, ¿cómo es la vida a bordo de La Bestia? La odisea comienza en la frontera sur de México con Guatemala, donde muchos cruzan el río Suchate por balsa y luego caminan casi 300 kilómetros hasta montar el primer tren, que en el pasado llegaba a la fronteriza ciudad de Hidalgo hasta que un temporal, en 2005, arruinó la infraestructura.

Entre techos y vagones

Luego, durante semanas, los migrantes pasarán de tren a tren, subiendo en movimiento y buscando su rincón sobre los techos o entre los vagones.

Muchos hacen alto en los albergues apostados sobre la ruta, donde voluntarios y sacerdotes los alojan un par de días hasta que recuperan fuerzas y les reparan las suelas de los zapatos destrozadas por la caminata en el monte.

Otros, en cambio, prefieren dormir junto a las vías porque temen perderse el paso del próximo convoy: cada día cuenta en una travesía en la que no llevan más que lo puesto y el hambre hace mella conforme pasan los kilómetros.

Pedro Ultreras

Pedro Ultreras retrata en "La Bestia" las vicisitudes de los sin papeles en su viaje hacia Estados Unidos.

Los peligros los acompañan, sobre los vagones y en las paradas en medio de la nada: desde ataques de abejas en la selva chiapaneca a asaltos a punta de metralleta o machete.

"Somos el tiro al blanco de todo, sufrimos frío, hambre, lluvias. Es el tren de la muerte propiamente", dijo Juan Matamoros, un hondureño a quien Ultreras encontró en el camino.

En el camino hay muchos polleros y asaltantes y por eso, para uno que ya ha pasado, no viene mal echarle la mano a un amigo", señaló José Guillén, un guatemalteco que montó La Bestia más de una vez y destaca la solidaridad entre los centroamericanos en tránsito.

En México, por donde transitan sin la visa requerida, la amenaza de los maleantes supera al temor por posibles controles migratorios.

"Me robaron todo… me metieron la pistola en la boca, me decían que la mordiera para que viera que era de verdad. No tuvieron compasión de nada", relató el hondureño José Guardado, quien perdió una mano en un intento de cruce anterior y quería llegar a Estados Unidos para que le pusieran una prótesis.

A mitad de camino

Eva García Suazo vio truncada su travesía, no por el miedo o por los asaltos sino por el mismo tren: perdió el equilibrio y las ruedas metálicas se devoraron sus dos piernas.

Inmigrante en La Bestia

Algunos inmigrantes pierden el equilibrio o caen del tren cuando se quedan dormidos.

"Me quedé solita, tirada ahí en el puro monte a las 2 de la mañana… Cuando me rescataron, estaba inconsciente. El doctor me dijo que de milagro había sobrevivido porque ya había botado toda la sangre", relató la mujer, alojada en un albergue tras el accidente.

Algunos migrantes mueren al caer del tren en marcha, cuando los vence el sueño sobre los techos. Otros llegan al final del camino y esperan por meses juntar el dinero para pagarle a un coyote que los haga pasar la frontera. Muchos son deportados, otros simplemente desaparecen sin dejar rastro.

Del grupo retratado por el director Ultreras, sólo la salvadoreña Alicia Rivera hoy cuenta su historia desde Estados Unidos.

"Siempre dije: 'es difícil, pero no imposible'. Dije que no me iba a morir sin venir, ahora sólo digo: 'lo que Dios quiera'", expresa desde Los Ángeles, donde llegó después de tres meses de viaje. Aunque no tiene empleo fijo, volver a El Salvador no es para ella una opción en el corto plazo.


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